Contadores de estrellas

sábado, 20 de octubre de 2012

Esta es la historia.


Esta es una historia. La historia de Alba y Pedro. De como sin conocerse de nada, fueron un día, lo más importante el uno para el otro.
Alba ya estaba enamorada de otro chico mayor que ella. Pero él le dijo que debían esperar más tiempo, cuando no hubiera tanta diferencia de edad entre los dos. Alba se hizo la fuerte y la madura y un ''vale'' le contestó. Esa noche lloró. Por impotencia, por rabia. Por el miedo de que él la sustituyera por otra.
Al día siguiente fue cuando Pedro entró en su vida. Así, de repente. Ella  con el corazón destrozado y él... digamos que lo tenía libre. Todos le decían a Alba la facilidad con la que Pedro se enamoraría de ella. Pero lo que ella no supo fue que entre miradas, risas, peleas y días con ausencia de sueño, se enamoró de él. No fue de un día para otro, ni mucho menos. Pero cada noche hablaban en secreto. Hasta que las despedidas con:  ''adiós, un beso'' se convirtieron en: ''te quiero mucho, descansa'' y por último en: ''te amo, mañana hablamos''. Y ahí fue, en ese justo momento cuando ella se dio cuenta de que estaban enamorados.
Esas noches en las que se acostaban a las cinco de la mañana, esos '' eres la primera persona que busco en el chat para hablar'', esas miradas eternas. Todo eso que Alba creía infinito, se fue disipando poco a poco. Acabó el verano y se llevó todo lo bonito. Llegó septiembre, la rutina y que ella la promesa de quererse para siempre.
Pero esa promesa no se cumplió.
¿Lo malo de esta historia? Que Pedro en realidad no se llama Pedro. Y esa Alba soy yo, Ana.
Y ahora estoy en ese punto en el que no sé que hacer, si pasar página, o directamente cambiar de libro. Entre la espada y la pared, en seguir queriéndolo o olvidarme de él de una puñetera vez. En realidad creo que ya no es cómo hace un par de semanas en las que me conformaba con un ''hablamos mañana mejor'', porque sé que ese mañana nunca llegará. No al menos el mañana que yo quiero contigo, que sería un mañana a tu lado.
Cada vez me quedan menos esperanzas de que vuelvas a ser el mismo de antes. El chico del que yo me enamoré. Cada vez estoy más desmotivada contigo y tu actitud. Supongo que algún día te darás cuenta de tu error, y ya será tarde para aprovecharme. Pero bueno, no se valora lo que se tiene hasta que se pierde, ¿no? Pues cuando yo me haya disipado por completo de tu vida, entonces te darás cuenta tú.
Sólo hay dos cosas por las que te doy las gracias. La primera por haberme echo pasar tan buenos ratos, ratos en los que era real y plenamente feliz. Y la segunda porque gracias a que entraste en mi vida, me ayudaste, inconscientemente a superar un bache. El del chico mayor que me gustaba, el del principio de la historia.
Nada más que decir. Guardemos un minuto de silencio por aquellas conversaciones que duraban horas y ahora apenas quince minutos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario